Con su patita, apartándola de su lado, un pequeño empujón le dió y esta rodó.
Llegó a su hermoso arbol, muy contenta de su logro. A el se subió y allí , se dispuso a comer. Con la bellota en sus manitas, la comenzó a roer. Ohh!! exclamó la ardilla....¡¡¡ Si está casi hueca y agusanada !!! y con cara de desconcierto, enseguida la desechó.
Pensó en la que había despreciado y bajándose de su árbol, corrió en su búsqueda, pèro pormás que la buscó y la buscó, no la logró encontrar.
Estuvo mirando por todos lados, bajo las hojas caídas, tras las piedras, en los rincones de los árboles, de las plantas, pero fué inutil.
La bellota pequeña y no muy bonita, rodando al río cayó y flotando en el remanso del agua, poco a poco, de allí se alejó.
La ardilla entonces lloró y lloró, tenía mucha hambre y ninguna semilla parecida, nunca más encontró.
Se dió cuenta entonces, que la belleza está en el interior, pero ya era tarde, esa bellota que no era ni grande ni muy bonita, pero sí muy llena para saciar su hambre, de esa forma ya jamás la recuperó.
Poco tiempo despues, no encontró a la bellota en sí, encontro un arbolito.
Ella reconoció a la bellota en el. Se subió al arbolito y allí se quedó.
Pero nunca,nunca de ese arbol una bellota comió, pues la pobre tan mal trecha quedó, que ningún fruto dió.
Pero lo bonito viene ahora, nunca más se separaron, fueron muy, muy amigos, se cuidaron la una al otro y vivieron felices y bebieron muchas gotitas de agua juntos.
Tal vez llegue un día, que ese arbolito tan cuidadosamente cuidado, llegue a dar frutos.
Tal vez llegue un día en que la ardillita, pueda comerlos.
Solo tal vez, quien sabe??
Colorín colorado, este cuento se ha acabado.
Fin
Elvira Moreno Dolz (chagall)